Autoría de: Rafael Novoa Castro, exalumno de EALDE Business School
El objetivo del artículo es ofrecer una visión detallada sobre las condiciones de riesgo, incertidumbre y vulnerabilidad en las vías terrestres de diversas regiones del mundo. Se aborda desde una perspectiva de prevención y mitigación de accidentes de tránsito, proponiendo un enfoque integral que promueva la implementación de estrategias y acciones por parte de los estados y organismos reguladores.
Estos deben centrarse en fortalecer y mantener políticas públicas en seguridad vial, salud, y en desarrollar una cultura de prevención de riesgos. El artículo también sugiere la colaboración entre el sector privado y organismos internacionales que promueven la seguridad vial y la economía.
Público Objetivo:
El artículo está dirigido a todas las sociedades, con especial énfasis en los gobiernos de países de ingresos bajos y medianos, que enfrentan una crisis socioeconómica exacerbada por los accidentes de tránsito. Dado que se trata de un tema de interés público, su alcance es global.
Antecedentes:
Los accidentes de tránsito han causado graves tragedias y han afectado la seguridad y las economías en diversas regiones. Estos incidentes resultan del incumplimiento de normas básicas de prevención y de la falta de políticas públicas efectivas, dejando a las sociedades vulnerables y en incertidumbre. Informes de la OMS y la ONU indican que los accidentes de tránsito son una de las principales causas de muerte global, con 1,4 millones de muertes anuales y millones de personas heridas o discapacitadas, imponiendo una gran carga a los sistemas de salud y afectando especialmente a las familias de bajos ingresos.
A nivel mundial, solo 28 países, que representan el 7% de la población, han implementado normativas para abordar los principales factores de riesgo: velocidad, conducción bajo efectos del alcohol o drogas, uso de casco, cinturones de seguridad y sistemas de retención infantil.
En otros países, los riesgos se ven agravados por infraestructuras viales deficientes, vehículos inseguros y falta de señalización, especialmente en regiones como África, el Mediterráneo oriental, el Pacífico occidental, América Latina y el Caribe.
En estas áreas, un tercio de las muertes por accidentes ocurre en países de ingresos bajos y medianos, donde las víctimas son principalmente peatones y ciclistas, con solo un 35% de la población protegida por normativas adecuadas.
Los países de ingresos bajos tienen las tasas de mortalidad más altas por accidentes viales, cerca del 25% por cada 100,000 habitantes, mientras que en países de ingresos altos, la tasa es menor al 9%. El 74% de las muertes ocurre en países de ingresos medianos, que poseen solo el 53% de los vehículos registrados globalmente, evidenciando una gran desproporción.
En Estados Unidos, ha aumentado el número de accidentes fatales que involucran ciclistas, motociclistas y peatones, aunque las muertes en automóviles han disminuido. En Europa, se han logrado reducciones significativas en las muertes, con España destacando con una disminución del 86%. En contraste, América Latina muestra una alta tasa de accidentes en carretera, exacerbada por el creciente uso de motocicletas.
Análisis:
Los antecedentes sobre los accidentes de tránsito revelan la urgente necesidad de informar a las poblaciones más vulnerables sobre los riesgos que enfrentan. La creciente estadística de accidentes en regiones de ingresos bajos y medianos destaca la falta de políticas públicas efectivas en prevención y gestión de riesgos. La ausencia de una cultura de prevención y la insuficiente implementación de normativas han dejado a estas comunidades expuestas a peligros sin estrategias adecuadas para mitigarlos.
En muchos países subdesarrollados, la alta incidencia de accidentes de tránsito se debe a patrones similares de incumplimiento de normas y exposición a riesgos, tanto para peatones, ciclistas, motociclistas como para conductores. La informalidad en los servicios de transporte y la impunidad agravan el problema. Esto muestra la magnitud del desafío y la necesidad de intervención estatal.
Los principales factores de riesgo que contribuyen a los accidentes de tránsito incluyen:
- Infraestructura vial insegura y mal mantenida
- Falta de señalización y semaforización
- Insuficiente educación vial
- Exceso de velocidad
- Conducción bajo efectos del alcohol o drogas
- Falta de uso de cinturones de seguridad
Estos problemas crean un panorama desolador, pero también indican la necesidad de una gestión proactiva de riesgos. Es fundamental identificar, evaluar y tratar estas fuentes de peligro de manera predictiva. Los países deben diseñar planes y estrategias adaptadas a su realidad, con un fuerte compromiso estatal y la colaboración de socios estratégicos.
Ejemplos de buenas prácticas pueden encontrarse en algunos países europeos, que han implementado políticas y legislaciones actualizadas para priorizar la seguridad vial y la salud pública. Estos países han logrado reducir significativamente los accidentes al establecer sistemas de transporte seguros y sostenibles. La experiencia europea demuestra que, con políticas adecuadas y un fuerte compromiso social, es posible mejorar la seguridad vial y reducir los accidentes.
Conclusiones:
El artículo concluye que existen soluciones viables para mejorar la seguridad vial, que deben formar parte de una estrategia integral que involucre a todos los actores, desde el gobierno hasta la sociedad civil. La implementación de una adecuada infraestructura vial, una legislación efectiva y una educación vial inclusiva son fundamentales para reducir los accidentes de tránsito.
Además, la modernización del transporte y el desarrollo urbano son cruciales para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Esto incluye la construcción de carreteras seguras, la promoción de medios de transporte sostenibles y la implementación de tecnologías avanzadas para la gestión del tráfico y la prevención de accidentes.
Ello implica en la sociedad, grandes beneficios, como; reducción de tiempos de viaje de manera segura, reducción de gases contaminantes en medios de transporte eléctrico, conectividad y accesos que favorecen el comercio y el turismo, impulsando la economía de cada localidad y facilitando el desarrollo urbano de manera ordenada y descentralizada, con la plusvalía implícita que se genera.
Finalmente, el artículo hace un llamado a la acción para desarrollar campañas educativas que promuevan una cultura de prevención y seguridad vial. La experiencia de países europeos muestra que con un enfoque colaborativo es posible lograr una reducción significativa en los accidentes de tránsito.
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